Infancias hiperconectadas: nuevos hábitos y desafíos virales en la era de TikTok

Nuestras infancias y adolescencias transcurren parte de su crecimiento y aprendizaje en las plataformas digitales, lo que importa riesgos por el momento crítico de su desarrollo: El sujeto se encuentra en labor simbólica junto a los cambios que el paso del tiempo y la cultura imponen a su cuerpo.

Por Lic. Rita Julia Rios Nápoli

Introducción 

Los adultos transitamos hoy la era digital, caracterizada por la omnipresencia de la tecnología, smartphones, tablets y computadoras; hiper conectándonos en la red de redes. La vida cotidiana mutó a una nueva realidad que se compone de múltiples dimensiones y que por tanto implica un desafío para la mayoría de nosotros. En esta era digital,los niños, niñas y adolescentes resultan especialmente influenciados por la tecnología, sobre todo si consideramos la forma en que la consumen  mientras desarrollan su forma de pensar y entender el mundo. Es importante recordar, que a diferencia de los actuales adultos, se trata de niños que crecen en un mundo digital y que nuestro rol es guiarlos y ayudarlos a aprender hábitos saludables de su uso  que les permita mantener una huella digital positiva a medida que se desarrollan.

Las plataformas digitales son sin duda un escenario cotidiano en el que nuestras infancias y adolescencias transcurren parte de su crecimiento y aprendizaje,  según el Estudio de Redes Sociales 2022 de IAB[1], TikTok es la red social preferida, sobre todo entre los adolescentes, también denominados como  generación alpha -jóvenes de entre 12 y 17 años- quienes acceden a esta red antes que a cualquier otra opción y la utilizan para entretenerse e interactuar con otros usuarios e influencers[2]. Sin embargo, su uso indiscriminado  puede comportar ciertos riesgos para nuestras juventudes, en un momento críticos del desarrollo y con un psiquismo que se va complejizando, cuando el sujeto se encuentra en labor simbólica, donde intervienen diversos factores internos y externos, que indican los cambios que el paso del tiempo y la cultura impone a su cuerpo.

El prolongado periodo de desamparo e indefensión 

Como seres humanos nacemos en un estado biológicamente inmaduro que nos impide desenvolvernos de forma independiente, es en este período prolongado de desamparo e indefensión donde  las influencias externas pueden ser decisivas. Por esta razón, niños, niñas y adolescentes necesitan desarrollar sus propios estándares personales, la forma en que piensan y sienten, en la medida que también van incorporando la importancia del ejercicio de sus derechos a resguardar y cuidar sus cuerpos en su reconocimiento de la privacidad y la intimidad. El proceso de estructuración o constitución psíquica  se asemeja a una obra ingenieril en la cual una persona se convierte en un sujeto único e irrepetible con un aparato psíquico que determina su existencia.

¿Quién soy yo? Es una pregunta que se nos presenta desde muy pequeños, a medida que crecen nuestras experiencias y sus  interpretaciones, desarrollamos lo que se llama nuestro yo,  autoconcepto (identidad). Los dichos de quienes nos rodean, principalmente de nuestros padres, familiares o adultos responsables, pero también de nuestro entorno; las expectativas de las personas con las que crecemos y los antecedentes culturales en los que vivimos dan forma a quiénes somos. Ya en en 1895 Sigmund Freud postuló el complejo del prójimo/semejante (Nebenmensch),  donde manifestó que la mediación del otro es indispensable para asegurar una identidad de percepción; porque este otro (padres, familiares, adultos) le atribuye sentido (al mundo), es decir, pasa a tener significado  y afirma que “Un objeto como este es simultáneamente el primer objeto de satisfacción y el primer objeto hostil, así como el único poder auxiliador” (p. 376). Es este otro quien, haciendo referencia al agente materno, abre las vías de la humanización y produce de la cría humana un ser cultural -y no un ser natural constituido (Bleichmar, 2008, p.65)-.  Por ello, es a través del lenguaje que los niños y niñas  acceden a  comunicarse consigo mismos y con el mundo, crean significado humano, imagen corporal y otras funciones básicas del sujeto humano. Si bien, consideramos que tanto la niñez como la adolescencia representan sujetos en proceso de desarrollo, CarIes Feixa (1999) advierte que la adolescencia, es entendida generalmente como 

“la etapa de la vida de un individuo entre la pubertad física (un estado natural) y el reconocimiento de la condición adulta (un estado cultural), la juventud es considerada un estado universal, un desarrollo que se da en todas las sociedades. A partir de este punto de vista, se podría inferir que la necesidad de un período preparatorio entre la dependencia infantil y la plena integración social, así como las crisis y conflictos propios de este grupo etario, están determinados por la naturaleza humana” (p.16). 

En este proceso, cada etapa del desarrollo va dejando atrás algunas cuestiones, así como fortaleciendo y afianzando otras. Al respecto, el psicoanalista estadounidense Erik Erikson, en 1950, propuso las ocho etapas de edad que sentaron las bases de la psicología evolutiva; en esta  teoría argumentó que desde el nacimiento hasta la vejez, los seres humanos experimentamos ocho conflictos que contribuyen al desarrollo psicosocial y personal, sosteniendo que

“la fortaleza adquirida en cualquier etapa (del desarrollo) se pone a prueba ante la necesidad de trascenderla de modo tal que el individuo puede arriesgar en la etapa siguiente lo que era más vulnerablemente precioso en la anterior. Así, el adulto joven, surge de la búsqueda de identidad y la insistencia, está ansioso y dispuesto a fundirse entidad con la de los otros” (1993,p. 237).

Si bien ciertos comportamientos adolescentes tienden a presentarse ante nuestros ojos como universales, los jóvenes en diferentes culturas experimentan normas y expectativas completamente diferentes.  Desde el punto de vista de Hartman (2000) en realidad “las distintas culturas y los momentos históricos dan la diversidad de modalidades en que se manifiesta la adolescencia, en oscilaciones muy amplias de permisividad o de sujeción”(p.97) y es por ello que podemos entender el comportamiento que cada cultura y sociedad permite o restringe para los adolescentes. En este sentido, Erikson señaló que cada etapa resulta de la resolución de una crisis de identidad y articula los logros típicos de cada etapa en oposición a los posibles fracasos correspondientes. Es por ello que hablar de la adolescencia implica que los jóvenes que crecen y se desarrollan, enfrentados con esta revolución fisiológica en su interior, se preocupan fundamentalmente por lo que aparentan ser ante los ojos de los demás, en comparación con lo que ellos mismos sienten que son, a lo que se suma el problema relativo a relacionar los roles y las actitudes cultivadas previamente con los prototipos ocupacionales del momento (1993, p. 235). En la cultura actual se responde, según Mercado, a un ideal: el ideal de consumo. Sin embargo, rescatar la subjetividad permite no generalizar respecto del adolescente que consume y la conducta adictiva” ( 2017, p.10) considerando que 

“el proceso de subjetivación en la adolescencia plantea la cuestión de una renuncia definitiva a aquellos modos de satisfacción primaria que insisten desde lo que la propia reactualización edípica adolescente ha instaurado como lo infantil, y con ello apropiarse de modos de satisfacción culturalmente permitidos. Una renuncia que se establece como un proceso complejo, no exento de dificultades en el adolescente y que es conceptualizado por algunos autores como una crisis” (Cornejo, 2015, p.70). 

La similitud y continuidad de la relación entre la niñez y la adolescencia también es cuestionada por el ritmo de crecimiento físico y el progreso del desarrollo sexual en comparación con la niñez. No viene mal recordar que la adolescencia es ese periodo en el cual ocurren diversos cambios que conducen al surgimiento de nuevos roles en el ámbito social, influenciados por las condiciones específicas de cada cultura. Cuando nos referimos a cultura estamos incluyendo varios procesos sociales relacionados con la creación, circulación y consumo de significado en la vida social. Se produce, distribuye y consume en la historia de cada sociedad. No es algo que se da siempre de la misma manera, aquí radica la importancia que tienen los estudios de recepción y apropiación de los bienes y mensajes en las sociedades contemporáneas (Morduchowicz, 2008, p.22).  

De la omnipotencia mágica al pensamiento lógico formal

En este proceso de constitución psíquica que gradualmente transita el sujeto a medida que sucede la apropiación cultural, se suma la posterior pérdida paulatina de identidad y roles infantiles, lo que obliga a los adolescentes a buscar nuevas identidades y construir ideales utilizando a los adultos como referentes o modelos a seguir, aquí es cuando se da una transición gradual de la omnipotencia mágica de un niño[3] al pensamiento lógico formal de un adulto y “aunque la identidad personal engloba todos esos componentes, seguramente el elemento nuclear es la imagen psicológica que el individuo tiene de sí mismo: la autoconciencia de la propia identidad, la cual es de naturaleza psicosocial e incluye elementos cognitivos” (Fierro, 1997, pp. 21-22) ello por cuanto en el marco de los modelos culturales y las escalas de valores prevalecientes, un individuo se evalúa a sí mismo en relación con los demás de acuerdo con la forma en que cree que los demás lo evalúan a él. 

Al respecto se ha dicho que “los adolescentes tienden a presentar dificultades para encontrar un lugar de representación y nominación en el espacio social. Es así que muchas veces la violencia y los actos antisociales de los jóvenes pueden funcionar como una forma de expresión del malestar que los asalta” (Gurski, 2012, como se citó en Pereira, 2020, p.132). En este sentido, el comportamiento antisocial se define como cualquier comportamiento que represente una violación de las reglas o normas sociales y/o acciones dirigidas contra otros, que violen los derechos de los demás. Es por ello que con la llegada de las plataformas digitales, surgen una variedad enorme de redes sociales pensadas para los más jóvenes, orientadas a atrapar sus intereses y su atención, con la particularidad que muchas de ellas son inaccesibles e incontrolables para la mayoría de los adultos que no manejan estas lógicas digitales. Si bien hoy en día las plataformas digitales y redes sociales  representan una herramienta fundamental, trajeron aparejado el desarrollo de conductas antisociales en niños, niñas y adolescentes. La llamada conducta o comportamiento antisocial es un tema de indiscutible importancia social y cultural en la actualidad, especialmente por los efectos demoledores que puede provocar en los más jóvenes que pueden ir desde afectar su desempeño académico, perturbar sus relaciones interpersonales e incluso afectar las elecciones para su esparcimiento o tiempo de ocio, entre muchas otras consecuencias de mayor gravedad. Es preciso “contar con el hecho de que en todos los seres humanos están presentes unas tendencias destructivas, vale decir, antisociales y anticulturales, y que en gran número de personas poseen suficiente fuerza para determinar su conducta en la sociedad humana”(Freud,1927, p.7)

Algunos de los comportamientos de los más jóvenes, presentes en todas las culturas, se relacionan con la interacción entre pares, con la búsqueda de novedades y con la asunción de riesgos que traspasen lo socialmente aceptado. Estas características están relacionadas porque es más gratificante para los adolescentes compartir las recompensas potenciales de cosas nuevas y arriesgadas con sus pares. Al respecto, Freud, en malestar en la cultura, nos dice que 

“La vida, como nos es impuesta, resulta gravosa: nos trae hartos dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarla, no podemos prescindir de calmantes. Los hay, quizá, de tres clases: poderosas distracciones, que nos hagan valuar en poco nuestra miseria; satisfacciones sustitutivas, que la reduzcan, y sustancias embriagadoras que nos vuelvan insensibles a ellas” (1930, p. 75).

Por ello, es importante comprender que en la niñez se da la construcción del aparato psíquico y que la convivencia humana sólo se vuelve posible cuando los miembros de la comunidad se limitan en sus posibilidades de satisfacción pulsional. De acuerdo con Mercado (2017),  existe una gran diversidad de culturas que pueden sustentar la identidad y, como resultado, los adolescentes presentan personalidades diferentes a sus grupos de pares y a la sociedad. Las fluctuaciones vienen con cambios repentinos en la apariencia, la ropa y el peinado, en la búsqueda de contexto que le ayude a encontrar su identidad. 

En este sentido, todo sujeto tiene la tarea de hallar un equilibrio acorde a fines entre las demandas individuales y las exigencias culturales de la masa, razón por la cual niños, niñas y adolescentes son sujetos que necesitan de referentes adultos que los acompañen en su crecimiento. En el caso más extremo, el adolescente puede llegar a elegir una identidad negativa basada en todas aquellas identificaciones que en previos estadios críticos del desarrollo se le presentaron como más peligrosas e indeseables y, sin embargo, posibles (Fierro, 1997, p.24). La búsqueda de más y mejor experiencia, la intensidad de las emociones, la necesidad de aceptación social hacen que en esta etapa seamos más vulnerables a experimentar violencia o cometerla. Al respecto, Zysman (2017) afirma que los chicos quieren estar juntos, quieren hablar y siempre quieren amigos con ellos, quieren compartir lo que sienten, ven, oyen y piensan en tiempo real, quieren mostrar qué se pondrán cuando salgan a bailar o cómo será su nuevo peinado, por ello “necesitan del constante feedback de sus iguales para salir al ruedo” (p. 37). Esto es porque somos seres sociales y por esa razón existe una enorme presión social para seguir las reglas del grupo, incluso, en ocasiones, ir contra la corriente requiere un esfuerzo adicional, especialmente para los adolescentes. Al respecto, Franz Boas señala que “ mucho de lo que atribuimos a la naturaleza humana no es más que una reacción frente a las restricciones que nos impone nuestra civilización” (citado en Mead, 1985, pp. 12-13) y que muchos valores que hoy se entrelazan y cultivan en forma cada vez más intensa -y hasta obsesiva en muchos de nuestros adolescentes- crean una particular cultura del riesgo ( Donas Burak, 2001, p. 31). 

De acuerdo con Fierro (1997) “el adolescente tiene gran necesidad de reconocimiento por parte de otros, necesita ver reconocida y aceptada su identidad por las personas, adultos o compañeros, que son significativos para él. Sin tal reconocimiento y aceptación (necesarios, aunque no suficientes) no puede alcanzar un buen concepto de sí mismo, una positiva autoestima”. Por otro lado, también debe conocerse a sí mismo y organizar sus experiencias pasadas y presentes en un relato coherente de su vida y ello por cuanto el desarrollo de la identidad personal está estrechamente relacionado con la historia pasada del individuo.

La tecnología y la identidad en el universo cultural

Ahora bien, tomando la dimensión cultural, podemos sumar al análisis cuestiones propias de la sociología y traer a colación lo expuesto por Castells (2002) en su obra sobre La dimensión cultural de internet, donde muestra cómo la dimensión cultural, es decisiva en la producción de estas tecnologías y por tanto el universo que rodea Internet (plataformas digitales y redes sociales) es algo que ya está en la práctica social cotidiana. De este modo, “Internet no es solamente ni principalmente una tecnología, sino que es una producción cultural” entonces, internet como producción cultural: es una tecnología que expresa una cierta y determinada cultura, a lo que agrega 

“para poder comprender el impacto de Internet en la sociedad, debemos recordar que la tecnología es cultura material: se produce en el curso de procesos sociales, en un ambiente institucional específico, a partir de las ideas, valores, intereses y conocimientos de sus creadores originales y sus sucesores. En este proceso, debemos confiar en los usuarios de la tecnología, aquellos que la usan y se adaptan a ella, en lugar de aceptarla simplemente como es. Así, la modifican y la producen en un interminable juego entre la producción tecnológica y el uso social” (2014, p.11).

En este sentido, la construcción social de la identidad y la distribución de roles hacen que nos preguntemos sobre grupos sociales, organizaciones y su dinámica. Muchos individuos ocupan muchas posiciones y roles socialmente definidos, pero ¿qué rol juegan hoy las tecnologías en este proceso que atravesamos los individuos en esta etapa de la vida? En la actualidad, los niños, niñas y adolescentes, para bien o para mal, están expuestos a todo tipo de pantallas a edades cada vez más tempranas y aunque la tendencia parece imparable, los beneficios y los aspectos negativos de esta exposición temprana siguen sin estar claros (Waisman, et al. 2018, p.e186). Como expresa la Dra. Morduchowicz, la distinción entre medios nuevos y tradicionales es irrelevante para ellos, son los adultos los que están experimentando una escisión tecnológica, teniendo que adoptar nuevos aprendizajes y los últimos medios y tecnología que tienen que usar. Los más jóvenes han nacido y aprendido a usar todo tipo de dispositivos a edades muy tempranas. Y es en este universo cultural, diferente al nuestro, donde aprenden nuevas formas de comunicarse, sentir, ver y escuchar; nuevas formas de aprender y enseñar, nuevos usos del lenguaje;  nuevas maneras de relacionarse con el otro y de construir su propia identidad (2014, p.15, 16).

Estas herramientas tecnológicas del siglo XXI son una forma de comunicación que se enfoca en interactuar con otros miembros de la red,  conectando a millones de personas todos los días. Este desarrollo tecnológico nos brinda, tanto a adultos como jóvenes, la oportunidad de formar nuevos tipos de vínculos. Es más, mucha gente los usa no solo como pasatiempo, sino también en los negocios y diferentes formas de producción. Tanto es así que hoy en día todo el mundo los usa durante horas, lo que significa que a medida que pasa el tiempo y las plataformas digitales se van sofisticando les dedicamos más tiempo, renunciando a otras cosas para pasar más tiempo en Internet. No cabe duda que las redes sociales dan paso a la autoestima y, por qué no, al ego, el ME GUSTA a solo un click, puede causar más que satisfacción, así como los comentarios negativos pueden causar angustia y malestar, un universo al que se sienten atraídos cada vez más jóvenes y adultos, en la búsqueda de satisfacción inmediata y con pretensiones de destacar sobre la media, para así obtener la mirada del otro. Si bien los adultos tienden a expresar su alejamiento de la cultura digital, entendida como la cultura moldeada por las plataformas digitales, instancia en la que muchos jóvenes moldean y dan sentido a su identidad; niños, niñas y adolescentes entablan relaciones con los demás y aunque se trate de un espacio lleno de desconocimiento y contradicción, también es uno de los pocos escenarios que genera sentido de pertenencia, se comunican con sus pares a través de diversos dispositivos, donde buscan acceder a su espacio. Es así como las redes sociales se convierten en el escenario ideal donde pueden pensar y expresar diferentes situaciones que enfrentan en la vida real, la comunicación que se produce entre ellos, por ser diversa, difiere en gran medida de los hábitos de los adultos.

Resulta muy de nuestra época que muchas veces los adultos permiten que los niños, niñas y adolescentes que les rodean usen teléfonos celulares u otros dispositivos electrónicos por comodidad, de forma tal que los más pequeños estén tranquilos y los adultos puedan hacer sus tareas diarias. Frente a estas conductas, y como resultado de este uso paliativo, se pierden los beneficios del uso provechoso de estas tecnologías, las que se naturalizan como dispositivo de mero ocio y distracción, circunstancia que puede volverse en contra de los fines ulteriores perseguidos por los propios padres. En este sentido Zysman sostiene que son

“los mayores quienes les ofrecen estos dispositivos, sorprendidos por la ´inteligencia´ de las criaturas y convencido muchas veces de que así serán adultos exitosos, porque se trata de la ´herramienta del futuro´ y cuanto más temprano accedan, más desarrollarán sus aptitudes. Además, como beneficio adicional, los chicos están entretenidos con la pantalla y no molestan, mientras que parpadean fascinados por Peppa Pig o Marama” (2017, p.42).

A su vez, cuando los padres utilizan en exceso sus dispositivos móviles, esto se asocia con menor interacción, verbal y no verbal, en la familia y puede llevar a conflictos entre padres y niños (Waisman et al.2018 p.191). Al respecto, Morduchowicz (2014) recomienda que cuando se les reprocha a los jóvenes que no leen libros, periódicos, etc, habría que recordar que quienes eligen los bienes culturales en el hogar son los adultos; son ellos quienes dan prioridad a las pantallas en detrimento de otras formas de transmisión cultural (p. 20). Los programas de televisión o de medios interactivos bien diseñados pueden servir de juego y entretenimiento a los más jóvenes, aunque, para aprender un uso saludable de las pantallas, se requiere interacción y acompañamiento de los adultos (Reid, et al. 2016 como se citó en Waisman, et al. 2018, p.e187). 

En Argentina durante el 2021 se registró que el 64,2% de los hogares urbanos tiene acceso a computadora y el 90,4% a Internet. Además, los datos muestran que 88 de cada 100 personas usan teléfono celular y 87 de cada 100 utilizan internet (INDEC, 2022, p. 3) a su vez, la mayoría de los hogares tienen televisor y en muchos casos cuentan con más de uno. Sin embargo, en la medida que fue aumentando esta tendencia, a modo general, fue disminuyendo el consumo de medios gráficos; las viviendas de hoy cuentan más con todo tipo de pantallas digitales que con estos. Pero es claro, que la justificación para tomar estas decisiones debe encontrarse en las prioridades que los adultos asignan al tiempo libre de sus hijos y al propio. Son los adultos, los que deciden en qué  momentos de ocio, los niños, niñas y adolescentes están más acompañados de pantallas que de otras formas de entretenimiento (Morduchowicz, 2014, p.). 

La hiperconectividad en la brecha generacional

En otro orden de cosas, la brecha digital que se produce en las redes sociales entre jóvenes y adultos está impulsada en parte, por el deseo de compartir espacios​​ entre pares no supervisados, lejos de la mirada adulta,  Los niños navegan por sus redes favoritas con sus pares que las conocen muy bien y, a menudo, hablan entre ellos sobre su contenido. La interacción se convierte así en una oportunidad de intimidad y participación. Pertenecer a una determinada red social es fundamental para entender la desinhibición y libertad que sienten los chicos al hablar de lo que les gusta.

Por su parte, según datos que surgen de una encuesta realizada por la consultora Markwald, La Madrid y Asociados, en las principales ciudades de Argentina ya en el 2017, a los 5 año, el 70% de los chicos del país ya era usuario de teléfonos celulares, a los 7 años, según el estudio Kiddo’s de esa consultora, ya utilizan celular el 83% de los chicos; a los 9 años, el 85% y a los 11 años, 9 de cada 10 son usuarios (91%)[4]. En relación a esto Roldan expresa que “en la actualidad las redes sociales se han convertido en una forma normal de relación entre los jóvenes. Se expresan, hablan entre ellos y conocen el mundo. El problema radica en que pasar demasiado tiempo en las redes sociales tiene consecuencias en su salud mental” (Roldan). Por su parte, Zysman nos recuerda que existen “nuevas formas de comunicación que tienen los chicos (y no tan chicos), lo que se supone la soledad en Internet, en particular en los modos de utilizarlo, los vínculos o falta de ellos a partir del irrupción de esta innovación tecnológica en la familia.” (2017,p. 24)

Es una realidad que niños, niñas y adolescentes no solo usan sus dispositivos para aprender/crear contenidos y adquirir/distribuir información, sino que también incorporan prácticas sociales a sus vidas. Las redes sociales les enseñan, de alguna manera, conocimientos y prácticas cotidianas básicas, a veces antes que los adultos que les rodean.  TikTok, por ejemplo, es un fenómeno de masas, cuya cantidad de usuarios y popularidad ha aumentado rápidamente durante la pandemia, principalmente para este grupo etario. El objetivo principal de esta red es participar como creador y/o consumidor de una variedad de videos que pueden incluir desafíos tentadores para niños, niñas, adolescentes y adultos. En esta red social los usuarios suelen crear videos de 15 a 60 segundos con formato de historia, similar a otras plataformas como Snapchat e Instagram y, como en estas, permiten agregar música, etiquetar usuarios, usar filtros, animaciones, usar hashtags[5] y muchas posibilidades de edición para generar videos. Actualmente, en algunas redes sociales como TikTok y Pinterest, los usuarios ven contenido aleatorio de personas a las que no necesitan seguir, esto implica acabar con la idea de que no se interactúa con extraños, sobre todo si hablamos de los más pequeños, debemos considerar que los algoritmos de inteligencia artificial (IA) aprenden a coincidir con preferencias y determinan contenido y usuarios con los que nos vinculamos en este universo. 

Los desafíos virales y el sentido de pertenencia

A través de los medios pudimos ver la creciente preocupación por el nivel de influencia que tiene TikTok en los más jóvenes, “los retos” en esta red social y en otras se han vuelto muy populares y cada vez se están convirtiendo en un problema más grave. No podemos dejar de mencionar que las redes sociales se han convertido en importantes formadores de opinión y dado los complejos procesos por los que atraviesan los niños, niñas y adolescentes, podemos decir, que en la mayoría de los casos no están preparados para analizar críticamente lo que ven y lo que se les propone. Según la pedagoga Pérez Pietri “como padres muchas veces no somos conscientes de lo que hay detrás de las aplicaciones que utilizan nuestros hijos diariamente, y es que la empresa apoderada de TikTok ha recibido ya varias demandas por violar leyes sobre la protección de privacidad en menores”.  Por lo tanto, como adultos debemos   monitorear el uso de redes sociales que hacen nuestros hijos y mantener una buena comunicación con ellos. 

En TikTok niños, niñas y adolescentes navegan por sus contenidos sin controles ni restricciones parentales, reciben comentarios sin filtrar y aceptan desafíos virales que pueden dañar su salud. Si bien no son una exclusividad de esta plataforma, los retos o desafíos son las propuestas creativas más influyentes de la red e invitan constantemente a crear y recrear nuevas historias. Hay retos de todo tipo, algunos muy creativos, divertidos, espontáneos, digamos positivos, como también existen retos realmente peligrosos para los más jóvenes, dado que  no son conscientes de cómo algunos contenidos están moldeando sus opiniones y no discierne la magnitud del riesgo a tomar.

Si bien la niñez y adolescencia son períodos exploratorios, de reconocer el mundo interior y exterior, y de adquirir nuevas experiencias necesarias para nuestro desarrollo, en este periodo,  inevitablemente, se está expuesto a situaciones de riesgo. Dicho riesgo, como señala Donas Burak (2001), debido a la etapa de desarrollo o fase evolutiva en la que se encuentra un adolescente, no es percibido adecuadamente y no comprende del todo que aunque quiera explorar el mundo, muchas veces se pone en una posición más vulnerable, ya que precisamente lo que se busca es la contención de un grupo y es en el reto/desafío donde encuentra la tarjeta de acceso, la invitación que le permite interactuar y, de alguna manera, sentirse parte del grupo (sentido de pertenencia), recordando que “la sensación de autonomía, generada por las redes sociales repercute en la percepción de los riesgos”(Jong et al. 2014,como se citó en De Sotomayor et al. 2019, p.119).

En esta etapa del desarrollo son más frecuentes la inseguridad y la falta de habilidades sociales, razón por la cual los adolescentes se ven tentados a desarrollar las relaciones personales virtuales fundamentalmente. Teniendo en cuenta a Argente et al. (2017, p.107) “muchos adolescentes utilizan ampliamente las redes sociales para incrementar su sociabilidad sin ser conscientes del valor de la información compartida y de los riesgos potenciales existentes relacionados con su privacidad y seguridad en la red”. Las personas crean sus propios perfiles o espacios virtuales combinando información que las describe como edad, género, intereses, religión, formación académica, profesión o incluso orientación sexual, con fotografías o imágenes específicas, y otros usuarios pueden utilizar la misma red de información, acceso e interacción. Las redes sociales son plataformas digitales en donde sus usuarios socializan con otros desde cualquier dispositivo con acceso a internet, estimulan a sus usuarios a una mayor frecuencia y duración de la navegación, lo que puede generar problemas como adicción al uso de estas herramientas. Este déficit de autorregulación, sobre todo en los más jóvenes, está asociado a comportamientos que se manifiestan en un empleo sistemático y descontrolado, ya que inspira un fuerte sentido de autonomía, pertenencia e integración social. 

Inmersos en el mundo virtual, la vida social de los niños, niñas y adolescentes se desarrolla a medida que se comunican y se conocen mediados por las pantallas. A veces comparten información personal, crean contenido o participan en retos/desafíos para ganar «amigos», pertenecen a un grupo de pares y volverse parte de una comunidad. Para estos, el anonimato y la privacidad dan paso al deseo de fama y reconocimiento; la virtualidad, a su vez, les otorga un lugar alejado de la mirada de los adultos, pero en la mayoría de los casos ajenos a los riesgos a los que se pueden enfrentar. Las redes sociales y su contenido pueden afectar el bienestar, desarrollo, pensamiento y comportamiento de jóvenes y adultos. Por eso es importante comprender los riesgos y beneficios de usar dispositivos y equilibrarlos en el hogar.

Como adultos tenemos la responsabilidad de mantenernos informados sobre el uso que hacen nuestros jóvenes de la tecnología, y esto a fin de lograr que puedan aprovechar al máximo su tiempo en línea, lo que a su vez es la base para que los niños, niñas y adolescentes aprendan a autorregular y controlar sus entornos digitales. Desde iLB[6], una consultora especializada en Data Science, ilustraron que, en particular, se estima que los adolescentes pueden pasar hasta 9 horas diarias en línea,un dato para tener en cuenta ya que de ese tiempo al menos un 30% es destinado para interacciones en redes sociales. Pero lo cierto es que cuanto más joven es una persona, más tiempo pasa en las redes sociales. Actualmente, la red social donde la gente pasa más tiempo al día es TikTok, seguida de YouTube, lo que demuestra por qué los contenidos audiovisuales han sido los más consumidos en los últimos años.

Sin duda la promoción del desarrollo humano, de la salud y de los factores protectores del crecimiento, desarrollo y la prevención, durante la infancia contribuyen a una adolescencia más sana y estas mismas acciones durante este periodo contribuirán a una adultez más saludable. “Al mismo objetivo contribuyen la promoción de factores y conductas protectoras y la detección temprana de factores y conductas de riesgo y las acciones que se realicen para reducirlas, anularlas o eliminarlas” (Donas Burak 2001, p. 471). Pero aquí lo más importante es que sin reglas ni restricciones, los jóvenes no sabrán cómo autorregularse adecuadamente y pueden usar sus dispositivos de manera inapropiada, de forma tal que afecte su salud. Según Maule (2023) en la observación general del Comité de los Derechos del Niño núm. El 25 se refiere al necesario apoyo del Estado para que los adultos responsables adquieran habilidades digitales que permitan identificar y reducir los riesgos a los que se exponen los más jóvenes.(p.4)Hay quienes creen que los adultos tienen la responsabilidad de saber qué redes sociales usan sus hijos, modelar su uso y discutirlo con ellos, así como establecer estándares, saber qué es bueno y que no lo es.

Desde el punto de vista de Burak (2001), la importancia no solo radica en la adquisición de conocimientos necesarios para la inserción social y laboral futura, sino en el estímulo que reciben niños, niñas y el adolescentes en relación con su proceso de desarrollo, la formación de sus pensamientos, sentimientos, creatividad, afectividad, autoestima, el análisis y transmisión de valores, creencias y tabúes, así como el acceso a las modernas tecnologías.  En términos de Zysman, “construir con los niños una conciencia y un criterio para saber elegir qué es lo que hace bien y qué mal” (como se citó en La Nación, 2023).  Al respecto, estos autores refieren a que el abordaje preventivo debe hacerse desde el marco de acciones que cumplan con ciertos requisitos fundamentales, ya que hablar de factores protectores, es hablar de características detectables en un individuo, familia, grupo o comunidad que favorecen el desarrollo humano, el mantenimiento o la recuperación de la salud; y que pueden contrarrestar los posibles efectos de los factores de riesgo, de las conductas de riesgo y, por lo tanto, reducir la vulnerabilidad, ya sea general o específica.

Si bien “el acompañamiento que se espera de los adultos de ningún modo supone el derecho a la intromisión y el avasallamiento de la subjetividad del niño, niña y adolescente ya sea en los términos de su intimidad, de sus pensamientos, de su cuerpo”(Salomone  et al. 2017); es importante como adultos mantener el control y cuidar de no perderlo cuando aún es posible, esto es en los inicios del uso en las edades más tempranas.  Sin lugar a dudas, regular el consumo digital de niños y niñas es un verdadero desafío, resulta un verdadero esfuerzo volver a actividades del mundo físico tales como juegos recreativos, juegos de mesa y salidas familiares que ayuden a distraer a nuestros jóvenes de la pantalla. Como expresa Roldan “Regular el consumo digital de los hijos no consiste únicamente en poner límites de tiempo… En ocasiones, parece que los hijos saben más que los padres en cuanto a tecnología, pero la realidad es que esto es indiferente”.

Por otro lado, es relevante destacar que las instituciones que nos albergan desde la infancia no nos han preparado para operar en este mundo virtual, si bien la pandemia del COVID-19 ha obligado a muchas instituciones a adaptar, al menos parcialmente, sus herramientas digitales para diversas actividades esto fue un requerimiento de forma para la emergencia. Por su parte, sabemos que nuestros jóvenes experimentan diferentes modelos y niveles académicos, no obstante en estas instancias no se incorporan plenamente las herramientas de sano uso y mantenimiento de las TIC, por lo que la educación que reciben es claramente representativa del siglo pasado, no están capacitados ni entrenados para aprender habilidades de uso, aprovechamiento y prevención. Es difícil entender hoy que, aunque no sea un universo paralelo, lo digital ya es parte de nuestro mundo hace rato y no se desconecta cuando apagamos nuestros dispositivos. 

Reflexiones finales

El proceso de subjetivación implica la cuestión de una renuncia innegable a las formas primarias de gratificación, que consisten en lo que la nueva conciencia ha establecido como infantil durante la adolescencia y, en adelante, se esfuerza por conseguir medios de satisfacción culturalmente legítimos. Esta renuncia, se da en un proceso complejo, no exento de dificultades que el adolescente debe transitar.

En las últimas décadas, con la llegada de internet y posteriormente las redes sociales, la forma en que las personas nos comunicamos ha cambiado rotundamente. Las redes sociales son «comunidades virtuales», plataforma de digitales que reúne a personas con diferentes finalidades para compartir información e intereses comunes. En estas, las personas comparten información personal y privada, y esto es un aspecto particularmente importante en la educación de niños, niñas y adolescentes, ya que estos se encuentran entre los más vulnerables de nuestra sociedad y, por lo tanto, necesitan una mayor protección. 

Las plataformas digitales y redes sociales alrededor del mundo se han convertido no solo en un fenómeno social sino también en uno cultural, la virtualidad ha cambiado por completo la dinámica de la vida cotidiana, en especial la de los más jóvenes, por lo que es importante que los adultos entiendan el desarrollo y uso provechoso de las TIC, puesto que de este modo se podrá facilitar a los más jóvenes a utilizar sus dispositivos de manera que potencien su su desarrollo dentro del proceso de aprendizaje; esperando que se reduzca el uso inadecuado y prevenga un amplio espectro de conductas antisociales tales como el deterioro de la salud por uso excesivo de los dispositivos móviles, los cambios en los estados/etapas del sueño, déficit de atención y concentración durante las horas de clase, el estar absortos en momentos en los que se encuentra reunido en familia e incluso con sus pares por estar pendientes del smartphone, el aislamiento social, entre otras tantas.

En nuestra cotidianidad, los adultos proveemos diversos dispositivos tecnológicos para superar diferentes situaciones de espera, de viaje o de escritorio, de esta forma, los teléfonos móviles parecen salvar a los niños, niñas e incluso adolescentes del terrible fenómeno del aburrimiento. Erikson (1993), ya postulaba que los padres no sólo deben contar con ciertas maneras de guiar a través de la prohibición y el permiso, sino que también deben estar en condiciones de representar para el niño una convicción profunda, casi somática, de que todo lo que hacen tiene un significado (p. 224), y la mediación del adulto es fundamental. Por ello, el diálogo es esencial, hablar con los jóvenes sobre cómo usan Internet y las redes sociales, qué sitios visitan, con quién chatean y qué información comparten es la mejor manera de acompañarlos, minimizando así las posibles consecuencias de las situaciones difíciles que puedan sobrevenir.

En definitiva, lo que realmente importa es el uso que se hace de la tecnología para que haya una buena regulación del consumo digital durante el tiempo libre y por ello los adultos tenemos la obligación de enseñar a nuestros jóvenes a realizar un uso responsable y saludable de las tecnologías dado que abrir el diálogo y la comunicación es la base del conocimiento de nuestros jóvenes. Por su parte, María Zysman, titular de la asociación civil Libres de Bullying, expresa que “padres, madres, abuelos, docentes tenemos que aprender de las redes sociales para poder acompañarlos, dimensionar los riesgos y no poner todo en la misma bolsa porque las redes están y se van a mantener” (como se citó en La Nación, 2023).

A lo largo de este recorrido hemos podido ver el rol central del adulto y sobre todo analizar su responsabilidad para favorecer la correcta integración de las TIC en la vida de niños, niñas y adolescentes. Debemos aceptar el protagonismo de las redes sociales en la vida de los jóvenes y hacer un llamado a coordinar relaciones estrechas con escuelas, clubes y las distintas instituciones por las que transitan para ayudarlos a aprovechar las oportunidades que estas ofrecen.  

Estamos en un momento de profundo cambio; sobreviviremos a estos cambios más fácilmente si podemos ver dónde estamos, hacia dónde vamos, y qué nos mueve. Debemos hacer que aquello a lo que estamos expuestos sea cada vez más consciente para nosotros como adultos,  sea incierto o  claramente identificable en hechos, es claro que, no es a través de un velo de misticismo, sino que involucrándonos lograremos construir nuestra nueva realidad. En esa dirección decidí escribir estas líneas, esperando realizar una contribución a ello.

Notas

  1. Si bien el estudio se realiza en el ámbito geográfico de España, se trata de una tendencia a nivel global tal como se caracterizan estas plataformas digitales masivas.
  2. Según el observatorio de palabras de la Real Academia Española “La voz influencer es un anglicismo usado en referencia a una persona con capacidad para influir sobre otras, principalmente a través de las redes sociales”.
  3. Para el psicoanálisis “La omnipotencia constituye una característica de la mente infantil, el pensamiento mágico describe una realidad donde todas las necesidades están cubiertas por la madre o cuidadora, los deseos se satisfacen de una manera mágica, donde no hay diferencia entre la obtención del deseo y el acto de desear, a través de sus exigencias el bebé puede modificar instantáneamente una situación desagradable y reducir su ansiedad.” https://www.psicoanalisis0.com/omnipotencia-magica/#:~:text=La%20omnipotencia%20constituye%20una%20caracter%C3%ADstica,desear%2C%20a%20trav%C3%A9s%20de%20sus
  4. Citado por Martín Grosz, 2017.
  5. La voz hashtag es un anglicismo que se puede sustituir, en el ámbito de Twitter, por etiqueta. Si se emplea el extranjerismo no adaptado, se mantiene con su forma original y se escribe en cursiva (Extraído del Observatorio de palabras de la Real Academia Española)
  6. Ver más en https://ilifebelt.com/cuanto-tiempo-vida-pasas-las-redes-sociales/2022/09/#:~:text=Se%20estima%20que%20los%20adolescentes,tiempo%20desde%20su%20tel%C3%A9fono%20m%C3%B3vil

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Rita Julia Ríos Nápoli

Licenciada en Psicología (UNLP), maestranda en Políticas Públicas y Desarrollo (FLACSO). Diplomada en Gobierno Abierto, Recursos Humanos del Sector Público y Psicología laboral y organizacional. Posgraduada en estudios de Violencia de género. Actualmente cursando carrera de profesorado en psicología (UNLP) y diplomado superior en Género y Políticas Públicas (FLACSO).

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